“En el día del bien goza del bien; y en el día
de la adversidad considera. Dios hizo tanto lo uno como lo otro, a fin de que
el hombre nada halle después de Él” (Eclesiastés 7:14)
Ningún ser humano es inmune al padecimiento o a la prueba, pues esta es
la manera como cada uno de nosotros es formado en el carácter santo, fervoroso,
tenaz, fiel y perseverante de Cristo. Sin embargo, este aprendizaje se da
cuando reaccionamos adecuadamente frente a la adversidad. Para esto, debemos
tener en cuenta los siguientes aspectos:
-Reconocer que detrás de cada obstáculo, de cada situación aparentemente
difícil, vamos a encontrar siempre una puerta abierta, de tal modo que ese
aparente final que vislumbrábamos, no era más que una curva en el camino; que
no debimos desesperarnos, pues siempre, la peor situación de nuestra vida
contiene las semillas de las cosas grandes y excelentes que anhelamos.
-Siempre tengamos presente que las pruebas fortalecen el carácter de
Cristo en nuestra vida, y que si, cultivamos una permanente comunión con Dios y
su palabra, estaremos plenamente capacitados para enfrentar las diversas
pruebas con gozo, confiados en la victoria, con la absoluta seguridad de que ya
Él, ha vencido al mundo
-Pidamos al Señor paz y fortaleza para esperar con fe y paciencia, de la
manera como hace el labrador con su precioso fruto, siendo entretanto
sustentados por las inquebrantables promesas de su compasión y misericordia
-Contrarrestar el sufrimiento con la oración. Ella nos traerá de parte
del Señor, la respuesta precisa a cada necesidad: Si enfermedad, entonces nos
traerá salud; si angustia, paz; si culpa, perdón; si discordia, reconciliación.
Poner esto en práctica me ha permitido adquirir fortaleza en los tiempos
de angustia, hasta ver cumplidos sus planes de bien y de paz para conmigo.
¿Usted también anhela evidenciar la paz de Dios en medio de la tormenta? Le
invito a orar.
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