“¡Cuán grande es tu bondad, que has guardado para los que te temen, que
has mostrado a los que esperan en ti, delante de los hijos de los hombres! En
lo secreto de tu presencia los esconderás de la conspiración del hombre; los
pondrás en un tabernáculo a cubierto de contención de lenguas” (Salmo 31:19-20)
¡Qué bueno saber que todas las circunstancias de nuestra vida están bajo
el control de nuestro amado Dios! Saber que nos ama y tiene cuidado de
nosotros, nos permite mantenernos firmes en nuestra fe, sin importar lo que
pueda acontecer a nuestro alrededor. Dios es bueno para con todos, pero en este
pasaje bíblico son descritos como objeto especial de su bondad, de su cuidado y
de su protección, los que le temen y los que esperan en Él. En tiempos de
persecución, la Providencia de Dios les esconde, como en pabellón sagrado,
guardándolos a salvo de sus enemigos.
Hay hermosas historias que nos ilustran esta promesa, pero una de las
que más me conmueven, es la de Nehemías. En la época del exilio de Israel en
Babilonia, por los años 450-440 a.C, se levantó este líder espiritual y cívico,
que aunque servía de copero al rey Artajerjes I, sintió una profunda necesidad
de regresar a su destruida Jerusalén, para ayudar a iniciar su reconstrucción,
y preparar así el retorno del pueblo judío a su tierra.
Era una tarea imposible de realizar, por la rapidez con la que había que
llevarse a cabo, por el desánimo generalizado entre los pobres habitantes que
habían quedado en la ciudad, y por la presencia de unos incisivos enemigos que
constantemente desanimaban al pueblo para que abandonara la obra y los muros de
la ciudad no fueran reconstruidos. Sorprende la valentía de este hombre para
humillarse constantemente delante de Dios, ante cada dificultad, entrando al
templo, postrándose y clamando la protección y el respaldo de Dios.
Ante cada ataque, él y su pueblo oraban fervientemente y reforzaban el
trabajo, haciendo turnos de obra y de guardia, día y noche. De esta manera, el
pueblo se mantuvo motivado, sin que las burlas y calumnias de sus enemigos los
debilitaran. ¿El resultado? El muro fue terminado en 52 días. Pero lo más
importante, es que se había comenzado la reconstrucción de la vida espiritual
del pueblo, dando el primer paso para la reconstrucción social, política y
económica de una nación.
Si nos mantenemos fieles a Dios, esperando en su presencia, Él hará lo
mejor por nosotros. Nos guardará y nunca tendremos que ser avergonzados.
0 comentarios:
Publicar un comentario