“Sino
que buscó al Dios de su padre, y anduvo en sus mandamientos, y no según las
obras de Israel”. (2 Crónicas 17:4)
Todos
tenemos buenos y malos ejemplos qué seguir, pero depende de nosotros escoger
el camino correcto. Si bien, es cierto que las personas influyen poderosamente
en nuestra vida y pueden dejar huellas casi imborrables en nuestras actitudes,
sentimientos o manera de pensar, la responsabilidad de lo que hemos de hacer
con nuestra vida es sólo nuestra. Sin embargo, muchos no pueden librarse de
estos condicionamientos aprendidos por lo que vieron o experimentaron aún
desde muy pequeños, repitiendo una y otra vez durante toda su vida, ese
patrón de conducta.
Sólo
hay algo más poderoso que la mente humana y es Dios. Es el único que puede
liberarnos de esquemas y paradigmas de fracaso e infelicidad, ayudarnos a
renovar nuestra mente y enseñarnos a soñar con los planes y propósitos que
Él tiene para cada uno de nosotros. Cuando nos acercamos a Él creyendo en la
salvación que nos da a través de su Hijo Jesucristo, un nuevo poder, el de su
Santo Espíritu, nos es dado para que sea posible ahora para nosotros, pensar,
actuar, sentir de una forma nueva, correcta, adecuada, ya no según
condicionamientos del pasado sino según el amor de Dios sobre nuestra vida.
Al
igual que en la vida del rey Josafat, rey de Judá, sólo el volvernos a Dios
hará que nuestra vida se guíe por la senda cor
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