“Oyéndolo
Jesús, le respondió: No temas; cree solamente, y será salva”. (Lucas 8:50)
El
sufrimiento de nuestros seres queridos no sólo nos debe causar tristeza, sino
que debe impulsarnos a estar de rodillas y rogar a Dios por su intervención.
Algunas veces la respuesta de Dios a nuestra necesidad viene enseguida, nuestra
preocupación termina y lo solucionamos con un rápido «gracias Señor»; pero
en aquellas circunstancias en las cuales el problema persiste por horas, días
e incluso años ¿qué actitud es la que asumimos?
La
Biblia nos relata un hermoso ejemplo de fe. Un hombre llamado Jairo, uno de los
principales de la sinagoga, vino ante Jesús, y postrándose a sus pies le
rogaba que le acompañase a casa donde se encontraba su única hija agonizando;
mientras esto sucedía, vinieron de su casa con la lamentable noticia que su
hija acababa de morir. Le invito a que piense por un instante que usted es el
hombre de la historia. Colóquese en su lugar y estará de acuerdo en que seguramente
la aflicción y el desaliento lo invadirían, su mente y corazón se sumirían
en la más absoluta tristeza y sin ninguna esperanza, volvería a casa a
enterrar a su hijita. Sin embargo, antes que Jairo pudiera reaccionar, Jesús
escucha la noticia y con profunda compasión y autoridad al mismo tiempo, le
dice las más maravillosas y esperanzadoras palabras: “No temas; cree
solamente, y será salva”.
Jairo
pudo haber creído a sus parientes que le decían: “Todo está perdido” “Nada
se puede hacer” “No molestes más al Maestro” “Tu hija está muerta”, y perder
toda esperanza, pero decidió oír y creer lo que Jesús le decía: “No temas”.
Así lo hizo y su hija fue salva.
Querido
amigo, esta es la respuesta que todo aquel que se presente ante Dios para
clamar y rogar por su familia, recibirá departe del Todopoderoso. Lo único
que debemos hacer es cultivar una fe genuina. Que sepamos muy bien quién es
nuestra esperanza.
Puede
ser que usted esté enfrentando hoy una situación de dolor, un problema de
salud o una necesidad económica, y a pesar de su insistencia no haber recibido
respuesta y solución. Hoy le invito a renovar su fe, su entrega a Dios y su
esperanza en Él. Aférrese mucho más fuertemente al regazo de su Padre celestial,
mientras escucha sus alentadoras palabras: “¿Habrá algo que sea difícil para
mí?”
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