sábado, 11 de junio de 2016

LA PLENITUD DE DIOS


“¡Cuán preciosa, oh Dios, es tu misericordia! Por eso los hijos de los hombres se amparan bajo la sombra de tus alas. Serán completamente saciados de la grosura de tu casa, y tú los abrevarás del torrente de tus delicias. Porque contigo está el manantial de la vida; En tu luz veremos la luz”. (Salmo 36: 7-9)


¡Qué esperanzadoras palabras! ¡Qué hermosa verdad! Hay provisión en Dios para la profunda necesidad del hombre. Hay respuesta para la grave crisis que atraviesa nuestra nación. En su gran amor e infinita misericordia, hay solaz, refugio y paz. Su presencia nos llena de plenitud y provisión. Cerca del Señor encontramos la luz que disipa tinieblas; escondida en él encontramos la vida misma; no necesitamos buscar nada más, porque su amor nos llena y nos suple.
Debemos disponernos cada mañana para buscarlo y entrar a su presencia, donde veremos su gloria y experimentaremos Su poder sanador y restaurador, proyectándonos a una vida de victoria integral.
David, un hombre de gobierno, cuya formación militar lo convirtió en un ser estratégico y rudo, logró comprender a través de la revelación del Espíritu Santo, que su fuerza, poder y victoria en las batallas no radicaban en lo que tenía, poseía o sabía, sino en acogerse cada día a la preciosa misericordia de Dios y ampararse bajo la sombra de sus alas.

No escatimemos entonces esfuerzo alguno para ir al encuentro de nuestra propia sanidad, porque bien es cierto que está permanentemente dispuesta para nosotros, pero es necesario que asumamos el compromiso y la decisión de buscarla. Tomemos entonces la decisión, y con humildad reconozcamos nuestra necesidad de caminar hacia la Fuente y recibir la provisión.

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