Aprendamos hoy
el secreto de los vencedores; de aquéllos que saben acudir cada mañana a la
Fuente que les da vida y paz, sabiduría y poder: Es pagar un pequeño precio
(madrugar) para un enorme beneficio: para encontrarnos con Dios, y conocer sus
caminos de justicia y verdad.
Cuando
reconocemos que nuestra vida la debemos a Dios, que minuto a minuto él mantiene
la unción de Su Santo Espíritu en nosotros, entonces, declararemos como el
profeta Isaías: «Madrugaré a buscarte», porque seremos conscientes de que nos
debemos a Él, que nuestra vida es suya, que nada somos y nada podemos hacer sin
su ayuda.
También el rey
David expresa: «Te exaltaré, mi Dios, mi Rey, y bendeciré tu nombre eternamente
y para siempre. Cada día te bendeciré...» (Salmo 145:1-2). Este poderoso rey
fue consciente de que su vida dependía del Señor, y que a él debía el esplendor
de su reino. Por esto, se dispuso a buscar a Dios cada día de su vida.
Como hijos de
Dios, debemos estar plenamente conscientes de la gran necesidad, que es estar
conectados a la Fuente; cada día hallaremos más deleite y complacencia en Dios,
porque en él encontramos vida, paz, gozo, abundancia, bienestar, felicidad,
seguridad y verdad.
Los tiempos a solas
con Dios son efectivos cuando nos disponemos a hablarle por medio de la oración
y a que Él nos hable a través de su palabra. A lo largo de más de 40 años de
vida cristiana, he descubierto por mi propia experiencia, y también lo he
enseñado a otros, que estar en la presencia de Dios es la verdadera fuente de
fortaleza para enfrentar la vida.
En este día,
lleguemos a Él con actitud de agradecimiento por mantener el alimento de vida
en nosotros. Deleitémonos en Dios y alegrémonos en su presencia. Al recordar la
exclamación del Salmista, digámosle que cada día de nuestra vida deseamos estar
a su lado, para bendecirlo y experimentar que Él es suficiente para nosotros.
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