jueves, 2 de junio de 2016

LA IMPORTANCIA DE LO QUE DECIMOS


“La lengua de los sabios adornará la sabiduría; más la boca de los necios  hablará sandeces”. (Proverbios 15:2)

Hemos oído infinidad de veces que una acción vale más que mil palabras; sin embargo, una palabra dicha en el momento adecuado y de manera oportuna, puede  evitar enojos, confusiones y llenar a la persona que nos escucha de ánimo y alegría.  Nuestras palabras y dichos se convierten en semillas de bien o de mal, que en el corazón de nuestros seres queridos, al pasar el tiempo, germinarán y darán fruto, el mismo que será dulce y apetecible o amargo y no deseable. Si amamos a nuestra familia, debemos practicar con ella un lenguaje de bendición.

Como hijos de Dios,  cultivemos la costumbre de hablar siempre palabras positivas y de bendición, así levantaremos a los nuestros en un ambiente de paz y tranquilidad. La palabra hablada de acuerdo con lo que dice la Escritura tiene un enorme poder creativo, de forma tal que siempre nos sucederá lo que atemos con los dichos de nuestra boca. Como padres esta responsabilidad será mayor, porque somos los encargados de transmitir con palabras a diario vida o muerte a nuestros hijos y a quienes nos rodean.

Nuestra necedad al hablar puede llevarnos a destruir su autoestima, ofenderlos con apodos o a través de anuncios desalentadores con respecto a su futuro. Muchas veces, enseñando este principio, muchas personas me han preguntado: ¿Y cómo hacer para expresarme bien y decir lo correcto a la persona correcta y en el momento indicado? La respuesta nos la da el Señor Jesús cuando enseña que de la abundancia del corazón habla la boca. No se trata de proponernos simplemente o de pensar bien antes de hablar. Se trata de revisar el estado de nuestro corazón, pues de él salen las motivaciones más profundas que nos llevan a hablar y a actuar, allí residen nuestras intenciones más íntimas, lo que en realidad somos. Por eso, el Señor reiterativamente nos pide que rindamos nuestro corazón a Él, lo sometamos a tu voluntad, pues en esa medida será limpiado, sanado, restaurado y transformado en un corazón sensible, amoroso, íntegro como el de Jesús.Que esta sencilla reflexión lo lleve a abrir la inagotable fuente de bendición que usted posee a través de sus palabras, para todos aquellos a quienes ama y a todos los que encuentre a su paso cada día. Nuestras palabras son instrumentos que Dios nos ha dado para manifestar su amor al mundo. Comencemos expresando a nuestro cónyuge, padres, hijos, cuánto los amamos, lo orgullosos que estamos de sus logros, lo interesados  que estamos en ayudarlos a levantarse cuando resbalen. Empecemos ya pronunciando bendiciones y deseando lo mejor para ellos cada día. 

0 comentarios:

Publicar un comentario