“Porque yo derramaré aguas sobre el sequedal, y ríos sobre la tierra
árida; mi Espíritu derramaré sobre tu generación, y mi bendición sobre tus
renuevos.” (Isaías 44:3)
Que fácil es experimentar desánimo y preocupación ante el panorama del
mundo actual, y plantearse miles de inquietudes y preguntas acerca del rumbo de
las cosas y del futuro, muchas de las cuales quedarán sin respuestas. Sin
embargo, hoy podemos contar con una extraordinaria seguridad, la que nos es
proporcionada por la fe en las inquebrantables promesas de Dios, llenando de
alegría y esperanza al corazón de aquellos que le creen. Él es el único, el
Omnipotente Dios, capaz de derramar aguas sobre el sequedal en que se ha
convertido nuestra vida y ríos en medio de la aridez que existe en el corazón
de muchos seres humanos.
Él es el único capaz de brindar esperanza a nuestros renuevos, que son
nuestros hijos, en medio de un mundo al que hemos llenado de tristeza, de
injusticia y de dolor.
Buscar a Dios, conocerlo, escudriñar su Palabra, estar dispuestos a
obedecerle, constituye la más alta garantía de que Él estará con nosotros, que
no nos dejará, que saldrá por nosotros cada día. Esta fue la enseñanza que David,
un rey muy famoso y próspero, daba a su hijo, como la más grande herencia que
podía dejarle antes de partir; por encima del oro, la plata, la fama y el
poder: “Y tú, Salomón, hijo mío, reconoce al Dios de tu padre, y sírvele con
corazón perfecto y con ánimo voluntario; porque Jehová escudriña los corazones
de todos, y entiende todo intento de los pensamientos. Si tú le buscares, lo
hallarás; mas si lo dejares, él te desechará para siempre.” (1 Crónicas 28:9).
El que se acerca para conocer a Dios, descubrirá la paz que sobrepasa el
entendimiento humano, pues entenderá que la voluntad de Dios es buena,
agradable y perfecta; que sus pensamientos son de bien y de paz, y que Él no
desea que ninguno de sus hijos sufra, que ninguno de sus hijos se pierda. Descubrirá
que Dios planea bendecir a los pueblos y naciones que a Él se acojan, pues
tiene el poder necesario para transformar todas las cosas, por imposibles que
parezcan, aún los viejos sistemas que oprimen, engañan y esclavizan.
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