miércoles, 24 de febrero de 2016

Restaurando la relación Padres e Hijos



“Él hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra…” (Malaquías 4:6)

Hoy el mundo mira con gran preocupación lo que está pasando con nuestros jóvenes, cómo los estamos perdiendo, cómo se alejan cada día más de aquellos valores trascendentales y eternos que dan solidez y estabilidad a la vida y a todo tipo de institución establecida por el ser humano. No logramos explicarnos en qué momento nuestros niños y jóvenes están optando por el pandillaje y el crimen, la drogadicción, el homosexualismo y la prostitución, los negocios peligrosos, los juegos violentos, los deportes extremos, y todo aquello que los llene de “emoción”, así sea por un instante, no importando que el precio a pagar sea su vida o la de los demás. Pero lo más grave, es quizá, la impotencia, el desánimo y hasta la indiferencia por la que muchos padres están optando al no tener idea de como hacer frente a la apremiante necesidad que los jóvenes están demandando de una respuesta efectiva a sus grandes interrogantes y a sus insaciables demandas.
Cuando Dios creó al hombre y a la mujer, les dio el precioso privilegio de ser padres, como una de sus funciones en esta tierra. Como Creador del hombre proyecta sobre él su propia imagen, y parte de ésta es que el hombre comparta su maravilloso atributo de la Paternidad. Dios es Padre perfecto, así que también es el único que puede enseñarnos a ciencia cierta, cómo ejercer esta solemne responsabilidad con el fin de conquistar el corazón de nuestros hijos. Si disponemos nuestro corazón para ser enseñados por Dios, para cambiar actitudes y motivaciones equivocadas hacia nuestros hijos, para buscar con todas las fuerzas que el Señor nos da, la reconciliación, el amor y la unidad al interior de nuestros hogares, evitaremos grandes calamidades y profundos dolores y, por el contrario, disfrutaremos de la bendición permanente de salud, prosperidad y paz que Dios ha dispuesto para cada familia sobre la tierra.

¿Desea usted que sus hijos se conviertan en una hermosa bendición para su familia, para la sociedad y para el mundo? ¿Qué se transformen en un instrumento para glorificar a Dios? Le invito a que vuelva su corazón a su Padre Dios, en un amor ferviente y en una obediencia y sujeción incondicional.

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