miércoles, 10 de febrero de 2016

Recompensa a la fidelidad



“Está bien, buen siervo; por cuanto en lo poco has sido fiel, tendrás autoridad sobre diez ciudades” (Lucas 19:17)

¡Qué sorprendente saber que lo encomendado por este hombre noble a sus siervos equivalía al salario de un obrero por casi cien años de trabajo! Esto nos muestra la confianza que Dios tiene en cada uno de sus hijos al darnos multiplicidad de talentos y esperar de nosotros los mejores resultados. Así mismo, esta conocida enseñanza de Jesús nos revela también el profundo interés del Señor en recompensar toda buena obra, toda actitud de fidelidad y persistencia, todo trabajo dedicado, diligente y efectivo.
El llamado del Señor es a que seamos sabios en el manejo de cada uno de esos talentos que Él mismo nos ha entregado. Lo que Dios espera de nosotros como administradores suyos, es que en el momento de rendir cuentas seamos hallados fieles en todo. Esto se logra cuando reconocemos que la vida puede ser una experiencia donde sólo busquemos nuestro propio bien, o puede ser la oportunidad para que, libres de todo egoísmo, decidamos servirle a Dios
Lo que hacemos dice mucho de lo que somos. Cada trabajo es como un autorretrato de la persona que lo realiza y la verdadera excelencia está en la manera como cumplimos las pequeñas delegaciones y realizamos las tareas más sencillas. Dios nos pide que hagamos las cosas con excelencia y que seamos honestos aún en los más pequeños detalles.

Las riquezas en el cielo son mucho más valiosas que las terrenales y es por esto, que si no somos confiables con éstas (dinero, salud, talentos), sin importar lo mucho o lo poco que tengamos, no estamos en condiciones de encargarnos de las grandes riquezas del Reino de Dios. Valoremos todas aquellas cosas que Dios nos ha dado, seamos agradecidos, fieles y confiables, para que Él nos pueda delegar aún más. Nuestro anhelo y decisión debe ser la actitud que tuvieron los dos hombres que multiplicaron lo recibido: fe, tenacidad, valentía, trabajo, esfuerzo. Si esto hacemos al colocar nuestros talentos al servicio de Dios, también de su mano recibiremos maravillosas y eternas recompensas.

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