Hay personas que aseguran que la fe
cristiana tiene algo de autosugestión, es decir, que a fuerza de persuadirse de
ciertas cosas, estas acaban por hacerse verdaderas para uno. Algunos dirán:
«¿Cree en Dios? Mejor si existe para usted. Pero yo no creo; ¡no es culpa
mía!».
¿Cree usted en la existencia del sol?
¡Por supuesto, pues nos da luz y calor! Creer en el sol no es autosugestión. El
sol existe, dígase lo que se diga sobre él, esto no cambiará nada. ¿Y usted
afirma que la existencia del Dios Creador, cuyas obras son visibles para todos,
depende de la idea que nos hagamos de él? Para algunos existe, pero para otros
no... ¿Mi creencia en él hará que exista? ¿Mi incredulidad hará que
desaparezca? ¡Imposible!
Dios existe desde siempre y para
siempre. Es una solemne realidad a la cual nada podremos cambiar, pues no
depende de nosotros, está por encima de nosotros. Un día u otro tendremos que
llegar a esta conclusión. Adoptar la estrategia del avestruz no nos pone al
abrigo del juicio que merecen nuestros pecados.
La naturaleza da testimonio de la
existencia y sabiduría de Dios. Pero Dios se manifestó en la persona de su Hijo
como un Dios de amor y un Dios que perdona. ¡Qué buena noticia! Lea el relato
de la vida de Jesús en los evangelios. Se trata de hechos muy reales,
verdaderos. Así aprenderá que Dios nos amó tanto que dio a su Hijo para nuestra
salvación.
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