Si tan solo tuviéramos la humildad para reconocer que la misericordia de
Dios es la que nos sostiene día a día, las cosas serían muy diferentes.
Cuando oramos, a veces nos dedicamos a pedir y pedir e inclusive llegamos a exigirle cosas a
Dios, pensando que es su deber darnos lo que pedimos, olvidando que de no
ser por su misericordia muchos incluso
deberíamos estar muertos.
Una historia cuenta que una madre solicitó a Napoleón el perdón de su
hijo. El emperador dijo que era el segundo delito que cometía el hombre y que
la justicia exigía su ejecución.
- "No pido
justicia", dijo la madre, "pido misericordia".
- "Pero señora",
respondió el emperador, "no merece misericordia alguna".
- "Su excelencia",
prosiguió la madre, "si se la mereciera, no sería misericordia, y
misericordia es todo lo que le pido".
- "Muy bien", dijo
el emperador, "tendré misericordia".Y así se salvó la vida de su
hijo.
Con nosotros sucede lo mismo, no merecíamos el perdón de Dios, pero Él
en su misericordia envió a su único Hijo para que muriera por nosotros.
Asimismo nos da un día más de vida para que podamos ver sus maravillas, es por
su gracia que tenemos qué vestir, qué comer y gozamos de su protección y
cuidado.
Inclusive, es por su misericordia que Dios nos prueba y nos da la
fortaleza para salir adelante. Sí, hasta
en los tiempos difíciles vemos la mano de Dios. Una vez que pasa la tormenta,
cuando ya tenemos una visión más clara de las cosas, podemos ver que Su
misericordia nunca nos abandonó.
“¡Cuán preciosa, oh Dios, es tu misericordia! Por eso los hijos de los hombres
se amparan bajo la sombra de tus alas”. Salmos 36:7
Te invito a hacer un alto
en tu vida, rememorar las bondades de Dios y a
alabarle porque su misericordia es infinita.
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