sábado, 20 de febrero de 2016

El Evangelio es una palabra viva


Cierto día un joven ofreció un tratado bíblico a un hombre mayor; este lo aceptó amablemente y le dijo:
–En otro tiempo yo también distribuí a menudo tratados de este tipo, pero nunca supe si alguien halló al Señor por este medio. El joven le respondió:
–Quizá le interese saber cómo fui llevado al Señor.
–Por supuesto, respondió el hombre mayor.
–Fui criado en una familia cristiana, pero no quería escuchar hablar de la fe. Debido a mi trabajo, un día tuve que venir a esta ciudad, y un hombre me dio un tratado titulado: «La sangre de Cristo». Lo metí en el bolsillo de mi chaqueta sin darle ninguna importancia. Algunos meses más tarde, al volverme a poner la misma chaqueta, encontré la hoja y la leí varias veces. El Señor la utilizó para convencerme de mis pecados y llevarme a él. Desde entonces mi Salvador es mi gozo y distribuyo tratados para compartir con otros la felicidad que él me ha dado.
Aquel hombre escuchaba al joven con lágrimas en los ojos. Después de guardar silencio un momento, dejó su emoción de lado y dijo:
–Joven, ¡míreme bien! Este lo miró de frente y muy sorprendido exclamó:
–¡Oh, pero si fue usted el que me dio el tratado!

–Efectivamente. El Señor acaba de mostrarme un resultado de mi trabajo. Por lo tanto voy a continuar con lo que había interrumpido hace algunos años. ¡No debí haberme desanimado!

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