¡Estoy demasiado ocupado; no tengo tiempo! A muchos de nosotros nos
cuesta encontrar un tiempo para escuchar a los demás, para dejar nuestras
propias preocupaciones e interesarnos en nuestro cónyuge, en nuestros hijos, en
nuestros amigos... ¿Y qué decir del tiempo que consagramos a escuchar a Dios y
a hablarle?
Escuchar a Dios significa recibir totalmente su mensaje contenido en la
Biblia. Es necesario detenerse para escuchar la palabra de Dios. Jesús
nos dice: “El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y
no vendrá a condenación” (Juan 5:24).
Luego, para los que han creído, escuchar a Dios significa tomar el
tiempo para leer su Palabra. ¡Es permitir que esta Palabra forme mis
pensamientos! Es tratar de comprender cuál es la voluntad de Dios para mí
(Efesios 5:17). Sigamos el ejemplo de “María, la cual, sentándose a los pies de
Jesús, oía su palabra” (Lucas 10:39). Al igual que ella, enseñados por nuestro
Maestro, podremos hacer la obra que él quiere confiarnos.
Dios desea que lo escuchemos, pero también quiere que nos tomemos el
tiempo para orarle, es decir, hablarle sencillamente. El Señor Jesús enseñó a
sus discípulos sobre “la necesidad de orar siempre, y no desmayar” (Lucas
18:1).
Quizás a veces estemos demasiado ocupados para orar. Entonces tratemos
de modificar nuestro ritmo de vida para consagrar tiempo a la oración. Como
consecuencia, experimentaremos la paz y la serenidad que uno siente cuando ha
expuesto a Dios sus peticiones (Filipenses 4:6-7).
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