“Torre fuerte es el nombre de Jehová;
a él correrá el justo, y será levantado.” (Proverbios 18:10)
En las fortificaciones de las
ciudades antiguas eran incluidas torres flanqueando sus puertas. En ellas se
situaban centinelas que vigilaban día y noche, y además, artillería de guerra.
Era el lugar donde se podían lanzar proyectiles con facilidad para repeler al
enemigo. Qué extraordinaria similitud usada por el autor del libro de
Proverbios, para referirse a lo que representa Papá Dios para quienes hemos
hecho de Él nuestro verdadero refugio: Una torre fuerte, alta, sólida,
inconmovible, que permanece para siempre, que nada ni nadie puede derribar.
¿Quién no quisiera experimentar tal
seguridad, en un mundo lleno de peligros y adversidades? Pero la Palabra de
Dios es muy clara cuando advierte, que es el hombre justo el que corre a ella y
es levantado. La pregunta es: ¿Quién es un hombre justo según Dios? No lo es
aquel que se considera justo a sí mismo, según su propia opinión y criterio. El
hombre verdaderamente justo es el que ha sido justificado por la gracia del
Señor Jesucristo mediante su redención, quedando libre de la esclavitud del
pecado y siendo libre para hacer la voluntad de Dios y agradarle en todo.
El justo es aquel que ha sido
transformado en un nuevo hombre, hecho partícipe de la naturaleza divina, que
cuenta ahora con el maravilloso recurso del Espíritu Santo quien moldea en su
vida el carácter de Cristo. Esto sucede en la medida en que desarrollamos una
vida de fe y de obediencia a la Palabra de Dios.
La más grande seguridad de estar en
los brazos de nuestro padre Dios, es haber entregado nuestro corazón para que
lo transforme y lo haga justo, haber aceptado y creído sus verdades que nos
hacen libres, haber creído a su amor que nos santifica y perdona. Hoy, usted
también puede refugiarse en Dios como torre fuerte para estar firme y fuerte ante
las circunstancias de la vida. ¡No se detenga, corra a Él!
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