sábado, 20 de febrero de 2016

El poder de la enseñanza

“Los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que enseñan la justicia a la multitud, como las estrellas a perpetua eternidad” (Daniel 12:3)

En la Biblia, la palabra de Dios, siempre se ha dado una importancia preponderante a la enseñanza, como la base no sólo de la cultura y el desarrollo de los pueblos, sino más allá de eso y en el sentido más profundo, como la base de la libertad individual y social. Es por eso, que gran parte del ministerio del Señor Jesucristo, así como el de sus discípulos, fue dedicado a la enseñanza.
Es la falta del conocimiento supremo, de las verdades divinas que sanan y hacen libres a los hombres, la causa por la cual el ser humano vive sin trascendencia ni propósito. Es la ausencia de la sabiduría “que viene de lo alto”, la causa por la que el hombre, a pesar del notable desarrollo de la ciencia y la tecnología, no pueda vivir mejor, sino por el contrario, tienda a autodestruirse, atente contra las instituciones más sagradas que dan permanencia y estabilidad a la sociedad como es la familia, y, en fin, no haya podido preservar ni mejorar la creación que le fue entregada. Oseas 4:6 dice: “Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento”
Sin embargo, los hijos de Dios estamos llamados a seguir el ejemplo del Señor Jesús, haciendo de la enseñanza nuestro modo de vida. Si entendemos que es el conocimiento de las verdades y principios universales y eternos, plasmados en la palabra de Dios, los que pueden cambiar al ser humano, al brindarle una nueva identidad en Cristo Jesús, que le hace verdaderamente libre, transformándole desde su ser interior; y si comprendemos que es también esa enseñanza la que puede cambiar las costumbres de un pueblo y hacerlo libre de los regímenes manipuladores que se establecen con base en el miedo y la ignorancia de las gentes, entonces estaremos haciendo un invaluable aporte para que los hombres y los pueblos disfruten del precioso don de la libertad que sólo Dios nos puede dar.

Viva para aprender, aplicar y enseñar las verdades transformadoras de Jesús. Entonces, su influencia nunca terminará, su memoria jamás se olvidará, por el contrario, su resplandor brillará a perpetua eternidad.

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