“Vosotros sois mis amigos, si hacéis
lo que yo os mando” (Juan 15:14)*
En una ocasión, un pequeño niño que lustraba zapatos en el centro de la ciudad
conversaba con un cliente muy elegante e influyente, quien le preguntó con
quién vivía. El niño le respondió que con un amigo lisiado a quien él sostenía
con su trabajo. “Debe darte mucho trabajo, ese amigo”- le dijo el hombre-. “¿No
sería mejor que estuvieras solo?”. “¡Oh, no!”, le contestó el niño
categóricamente*. “No tendría a nadie que me esperara en casa al regresar cada
día”.*
En nuestra época, es común observar
cómo la amistad se mide y se calcula, se condiciona muchas veces a un beneficio
que se espera obtener o se limita a una conveniencia. Pero la amistad que Dios
nos ofrece está muy lejos de ser lo que nosotros conocemos hasta ahora. *El
manual de vida por excelencia, la Biblia, nos enseña que la verdadera amistad
es la que lleva a alguien a poner su vida por otro.*
Como en la ilustración, este tipo de
sacrificio es inconcebible para muchos, pero no para quienes entienden el
verdadero significado del amor. *Existe alguien que ofrece convertirse en
nuestro mejor amigo, un verdadero amigo: Es el señor Jesucristo. Él nos ha demostrado
su amor como nadie más lo ha podido ni lo podrá hacer. Él dio su vida por la
nuestra, murió en nuestro lugar, pagó en su propio cuerpo el precio por nuestra
salud y nuestra paz. Siendo Jesucristo Señor y Creador, debería llamarnos
siervos, pero nos llama amigos.*
¡Cuánto consuelo y seguridad nos da
el Señor al escogernos como sus amigos personales! Cuando descubrimos esta
verdad nos conmovemos tanto que las lágrimas pueden rodar por las mejillas. Sin
embargo, pronto comprendemos que, *si Él era nuestro mejor amigo, nosotros
también debíamos serlo unos verdaderos amigos.*
Descubrimos que la inmensa
generosidad recibida de parte de Dios sólo puede generar en nosotros una
respuesta que va más allá de cualquier sentimiento o emoción: Amor y gratitud,
y que la obediencia es la más grande demostración de nuestro amor y gratitud a
Dios. ¿Disfrutamos de Dios? El verdadero amigo siempre desea lo mejor para el
otro. Lo mejor que el Señor quiere para nosotros es que siempre disfrutemos de
tenerlo a nuestro lado, y para ello nos pide fidelidad y obediencia.
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