La Biblia contiene muchas preguntas,
y a menudo es Dios quien interroga al hombre. Este año nos detendremos en
algunas de ellas.
La primera pregunta que Dios hizo al
hombre es muy significativa: “¿Dónde estás tú?”. ¿Dónde estaba Adán cuando Dios
le habló? Se había escondido para que Dios no lo viese; le había desobedecido y
tenía la conciencia cargada; debido a ello tenía miedo y desconfianza. Sin
embargo Dios lo llamó. ¿Iba a dejarlo en ese estado de vergüenza y
ensimismamiento, y luego juzgarlo? No, Dios quería ayudarle, deseaba su bien,
por ello le habló, lo interrogó y lo invitó con bondad a arrepentirse. Deseaba
que Adán volviese a confiar en Dios, y fue lo que sucedió: Adán reconoció que
había desobedecido; escuchó lo que Dios le dijo sobre las consecuencias de sus
faltas pero también lo que había preparado para solucionar ese problema.
Al final Adán, confiado en la gracia
de Dios, dio a su mujer este hermoso nombre: “Eva” (palabra hebrea relacionada
con el vocablo “vivir”), en tanto que la muerte acababa de entrar en el mundo
mediante el pecado (Romanos 5:12). Luego Dios cuidó de esa primera pareja y les
dio lo necesario para vestirse. Así podrían enfrentarse a su nueva condición.
“¿Dónde estás tú?”, es la pregunta
que Dios hace a cada uno de nosotros, y yo también tengo que hacérmela: «¿Dónde
estoy? ¿Lejos de Dios? ¿Desconfiado y con mala conciencia?». Por mi parte, he
aceptado el diálogo con Dios y su veredicto sobre mis faltas, pero, ¡qué gozo!,
también acepté su gracia y su perdón.
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