“En aquel tiempo los discípulos vinieron a Jesús, diciendo: ¿Quién es el
mayor en el reino de los cielos? Y llamando Jesús a un niño, lo puso en medio
de ellos, y dijo: De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como
niños, no entraréis en el reino de los cielos” (Mateo 18:1-3)
Dios colocó características muy especiales en los niños que básicamente
tienen que ver con su inocencia, sencillez, fe y pureza, y que los convierten
en nuestros mejores maestros. Para conquistar el corazón de nuestro Padre Dios
y poder apropiarnos y disfrutar plenamente de todas las riquezas, es necesario
que seamos como niños ¿pero cómo hacerlo? Cultivando las siguientes
características:
• Dependencia: Continuamente Jesús levantaba los ojos al cielo, buscando
el consuelo y la aprobación de su Padre. Le amaba, le necesitaba y disfrutaba
profundamente de su compañía. Al igual que un niño, no deseaba estar sin Él. Le
hablaba de las cosas que al Padre le gustaban, pues la oración es el
ingrediente cálido, el lenguaje tierno, la expresión de nuestra intimidad y
confianza hacia Él
• Fe y confianza absoluta: Aunque sabía que muchos padecimientos
hallaría en el camino de la cruz, siempre estaba seguro de contar con el
respaldo y ayuda de su Padre, quien con su mirada amorosa y protectora le
recordaba que los dos eran uno solo, sabiendo que sus planes sobrenaturales
llegarían a feliz término
• Obediencia: Voluntariamente y con alegría, rinde su voluntad a la del
Padre, permaneciendo en un solo pensar, un solo sentir, un solo actuar. No le
interesa otra cosa más, que decir y hacer lo que a Él le agrada
• Procurar la gloria del Padre: Lo que pertenece al Padre, pertenece al
Hijo. No hay posesiones ni intereses separados. Lleno de reconocimiento y
gratitud, el verdadero Hijo sólo busca la honra del Padre, glorificándole en
todo. ¿Anhelaría ser como el corazón de un niño para con Dios? Realice con fe
la siguiente oración.
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