martes, 15 de marzo de 2016

Una tierra singular


“Porque Jehová ha elegido a Sion; la quiso por habitación para sí. Este es para siempre el lugar de mi reposo; aquí habitaré, porque la he querido.” (Salmo 132:13-14)

Jerusalén ocupa un lugar especial en la Palabra de Dios, y no es para menos, porque Jerusalén o Sión es también llamada la ciudad eterna. Quienes hemos tenido la oportunidad de verla con nuestros ojos, de caminar por sus calles, de respirar su aire, hemos experimentado de manera especial la presencia de Dios en ese lugar.
La hermosura y la paz de Jerusalén inspiró a hombres como David, para componerle rimas, cantos y poemas; porque para David, Jerusalén era algo más que su ciudad, la capital y el símbolo de la consolidación y la prosperidad de su reino. Significaba el lugar del pacto de Dios, donde había derramado su amor, su misericordia y su poder, llevándole de ser un sencillo pastor de ovejas a convertirse en el rey de su pueblo. Es por eso que Jerusalén se convirtió en la permanente razón de su alegría y el objeto de sus cantos. También la Palabra de Dios está llena de testimonios de hombres y mujeres que tuvieron una actitud correcta hacia la Tierra del Señor, procurando su bien y su paz, y fueron grandemente prosperados. Este es el caso del Rey Salomón, quien cultivó en su corazón un amor muy especial por este lugar en el que Dios había prometido que su presencia estaría permanentemente y su oído escucharía toda petición que allí se hiciese.
De la misma manera, para nosotros Jerusalén es el lugar donde se pagó el precio por nuestra libertad, donde se cubrió el costo de nuestra paz. Por la preciosa sangre de Cristo derramada, fuimos libres de la esclavitud del pecado y de la muerte, y elevados a la condición de hijos de Dios. Ahora podemos disfrutar de su amor y de la vida abundante que Él nos da.

Personalmente he recibido y compartido hermosas enseñanzas acerca de Sion que tienen que ver con nuestra vida diaria, pues Dios promete bendecir a aquellos que oran por la paz de la Santa Ciudad y piensan de ella con alegría, anhelando visitarla, pues entienden que allí tendrán un encuentro especial con su papá Dios, y que podrán presentarle ofrenda de gratitud y de alabanza por los innumerables beneficios recibidos.

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