“El que ama a su hermano, permanece en la luz, y en él no hay tropiezo”
(1 Juan 2:10)
En el momento en que recibimos a Jesucristo como Señor y Salvador, nos
iniciamos en el proceso de salud total; conocer la aceptación y el amor
incondicional de Dios dándonos a su Hijo, es el punto de partida en el proceso
de sanidad. Su verdad es aceptada en nuestro corazón y se convierte en vida, la
vida de Cristo; comenzando a manifestarse nuevos pensamientos, actitudes y
conductas. Podemos revisar nuestro ser interior y comprender la necesidad de
cambiar. Damos pasos de fe en dirección a la fuente de amor y, entonces, Él
derrama su gracia, nos sana y restaura. Así mismo, nos da una nueva capacidad
para amar y relacionarnos de manera constructiva con quienes nos rodean.
Podemos afirmar que el hilo conductor que garantiza el éxito en este
proceso de restauración y transformación personal, es el amor. Pero también lo
sigue siendo en la restauración de nuestras relaciones interpersonales. Lo más
maravilloso es que este amor viene de Dios para los demás a través de nosotros.
Es decir, su origen es espiritual. Esto significa que este amor, cuya raíz
griega es “ágape”, posee unas características que lo hacen precioso y
absolutamente
benéfico, las cuales son descritas por el apóstol Pablo en 1 Corintios
13:4-8:
Es sufrido: Paciente con las imperfecciones de las personas, asumiendo
el compromiso de ayudarlas a acercarse a Aquel que las puede sanar
Es benigno: Es activo en hacer el bien. Tiene una benevolencia
incondicional
No tiene envidia: No es posesivo ni celoso. Es seguro y disfruta la
bendición que Dios le da y por tanto busca lo mejor para los demás, alegrándose
en sus bendiciones
No es jactancioso: No hace ostentación de sí mismo
No se envanece: No es soberbio, vanidoso o arrogante
No hace nada indebido: Es delicado, amable y compasivo. Da buen ejemplo
No busca lo suyo: Tiene en cuenta las necesidades de los demás. Desea lo
mejor para el otro, aun cuando eso implique ir más allá de los propios deseos
No se irrita ni guarda rencor: Descubre en las ofensas de otros,
oportunidades para ayudarles.
No lleva cuentas de cuánto le han hecho sufrir
Todo lo cree: Cree lo mejor de los demás, no es suspicaz
Todo lo espera: Es paciente, no se desanima con la gente, cree en su
futuro
Nunca deja de ser: El amor es una decisión, un
compromiso, no es una emoción. No depende de lo que los demás hagan. No tiene
nada que ver con el agrado o el afecto, sino con la presencia de Dios, el amor
perfecto, en mí. ¿Esta usted expe
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