“Yo soy el buen pastor; el buen
pastor su vida da por las ovejas” (Juan 10:11)
Si había alguien que podría
comprender a profundidad esta tierna comparación entre el amor de Dios y el
amor de un pastor por su oveja, fue el rey David. ÉL, que habiendo sido durante
muchos años el pastor de las ovejas de su padre, tenía la labor de administrar
todo lo concerniente al rebaño de Isaí. Desde muy temprana edad, era el
encargado de nutrir a las ovejas y alimentarlas, al igual que cuidarlas cuando
se enfermaban. Era el encargado de velar con ello por el alimento para toda su
familia. Esto implicaba que David hacía su trabajo con gran cuidado y responsabilidad.
Además, la Biblia, en 1 Samuel 17:34-36, relata que en defensa de sus ovejas,
estuvo dispuesto a exponer su propia vida enfrentándose a grandes peligros,
pero nunca estuvo dispuesto a perder una sola de ellas ni por las manos de
ladrones ni por boca de animales salvajes:
“David respondió a Saúl: Tu siervo
era pastor de las ovejas de su padre; y cuando venía un león, o un oso, y
tomaba algún cordero de la manada, salía yo tras él, y lo hería, y lo libraba
de su boca; y si se levantaba contra mí, yo le echaba mano de la quijada, y lo
hería y lo mataba. Fuese león, fuese oso, tu siervo lo mataba…”
David fue un joven que además de ser
inteligente, sabio, y extremadamente fuerte y hábil con sus manos, amaba sus
ovejas y las cuidaba con su propia vida y fue esto precisamente lo que lo
calificó delante de Dios como el único, en todo Israel, que podía enfrentar al
gigante Goliat, dirigir los ejércitos de Israel y más tarde, convertirse en su
rey.
Ahora podemos comprender mejor por
qué el rey David fue un hombre lleno de amor, gratitud y fidelidad hacia Dios.
El sentirse una oveja totalmente guardada en los brazos de su Padre Dios, no
sólo le inspiraba a componer dulces melodías de alabanza y gratitud, sino que
le llevaba a una vida de total entrega y obediencia a quien tanto le amaba, al
punto que Dios mismo le llama el hombre conforme a su corazón. También nosotros
somos ovejas del mismo prado y tenemos al mismo Pastor, Jesucristo, cuyo amor
sin precedentes hizo que entregara su vida por cada uno de nosotros, siendo su
cuerpo molido y su sangre derramada para que tuviésemos vida, para que fuésemos
salvos, y que ninguno tuviera que perderse. Jesús es nuestro buen Pastor, nos
conoce, nos llama para darnos una vida abundante y desea que estemos en su
redil para que nada nos haga falta. ¿Desea acudir usted a este llamado? ¿Desea
que Jesús sea ese buen Pastor para tener a su lado todo lo que necesita?
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