miércoles, 2 de marzo de 2016

PEQUEÑA SEMILLA, ENORMES FRUTOS


“Respondiendo Jesús, les dijo: De cierto os digo, que si tuviereis fe, y no dudareis, no sólo haréis esto de la higuera, sino que si a este monte dijereis: Quítate y échate en el mar, será hecho. Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis” Mateo 19:21-22

No se puede vivir una vida de resultados totales sin dedicar tiempo a orar insistentemente.
No se puede vivir una vida rica de oración dedicando escasos y apresurados momentos para orar; se necesita persistencia, insistencia y anhelo. Sí, anhelo; aquél que experimentaba el rey David por la presencia de Dios y que provenía del profundo amor y gratitud que este hombre tenía para con su Señor: “¡Cuán amables son tus moradas, oh Jehová de los ejércitos! Anhela mi alma y aun ardientemente desea los atrios de Jehová...” (Salmo 84:1-2).
La vida de David se caracterizaba por un incansable deseo de buscar a Dios, descansar en su Presencia y aprender de él. Descubrió así, que su seguridad más grande estaba en su comunión con Dios y aprendió el secreto de esperar que Dios se ocupara de sus asuntos. También en la Biblia encontramos ejemplos de otros hombres y mujeres que, con su oración, lograron cambiar gran cantidad de situaciones difíciles y adversas, hasta transformar la situación de un país. Estos ejemplos deben motivarnos para buscar el cambio que nuestra patria necesita a través de la oración y el compromiso.
Toda conquista es posible, puesto que el poder de Dios sólo espera ser usado, y la oración de fe es la herramienta diseñada para poner en acción ese poder. Nunca pongamos obstáculos a la oración, ni siquiera por nuestro trabajo; por el contrario, con la oración se adquiere y aumenta la energía para trabajar, somos libres del temor y hallamos salida al conflicto. Oraciones escasas, a la ligera y débiles, corresponden a una condición espiritual pobre. Su vida puede ser tan prominente como tan intensa sea su vida de oración. «En lo secreto me has hecho entender sabiduría» (Salmo 51:6b).

Quien practica el secreto de la oración se hace sabio, importante, infatigable, adquiere paciencia, tolerancia y equilibrio. Quien aprende a desarrollar su vida en la oración, logra alcanzar los objetivos que nunca antes imaginó alcanzar. En la oración el débil se hace fuerte, el temeroso se hace valiente y osado, la amargura se transforma en alegría, confianza y paz; quien ora aprende a escuchar la voz de Dios, conoce la verdad que le hace libre y definitivamente se convierte en un hombre o mujer que vive para alegrar el corazón de Dios.

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