“Así al contrario he pensado hacer bien a Jerusalén y a la casa de Judá
en estos días; no temáis. Estas son las cosas que habéis de hacer: Hablad
verdad cada cual con su prójimo; juzgad según la verdad y lo conducente a la
paz en vuestras puertas. Y ninguno de vosotros piense mal en su corazón contra
su prójimo, ni améis el juramento falso; porque todas estas son cosas que
aborrezco, dice Jehová” (Zacarías 8:15-17)
Toda persona que decida volver su corazón a Dios y comience a vivir
conforme a sus sabias instrucciones, se hace sabio también y comienza a
representar para su familia y entorno, una enorme bendición. Si por el
contrario, decidimos seguir los parámetros del mundo, como dejarnos llevar por
la tendencia a juzgar, condenar o criticar, vamos a encontrar grandes
obstáculos para nuestra felicidad y vamos a causar mucho daño a los demás. Esto
no quiere decir que estemos impedidos para hacerle caer en cuenta a alguien de
sus errores y ayudarle a superarlos; pero sí debemos asegurarnos de tener una
actitud recta cuando lo hagamos, para eso es preciso que:
· Seamos humildes en reconocer nuestras propias debilidades, y estar
dispuestos a corregirlas y erradicarlas de nuestra mente, pensamientos y
acciones
· Orar a Dios para que al momento de exhortar no usemos palabras o
señalamientos ofensivos
· Debemos aplicar verdaderamente los principios de Dios en nuestro
estilo de vida, y así poder tener autoridad al momento de corregir, como lo
decía el apóstol Pablo a su discípulo Timoteo: “preséntate tú mismo como
ejemplo…”
Los nuevos hombres y mujeres que Dios desea formar, aquellos que lo
representamos a Él en el mundo, sus hijos e hijas, debemos estar siempre
dispuestos a cambiar nuestras actitudes erróneas por cultivar y desarrollar
actitudes sanas y dignas, con el fin de mantener un corazón aprobado delante de
nuestro Padre Dios y además, hacer bien a los que están a nuestro alrededor.
Uno de estos aspectos que debemos cambiar, es velar por nuestros pensamientos,
pues de estos dependerán nuestros sentimientos, las palabras que pronunciemos y
las acciones que realicemos. Por esto, asegurémonos de que nuestra mente se
llene continuamente de pensamientos al estilo de Filipenses 4:8 “Por último,
hermanos, consideren bien todo lo verdadero, todo lo respetable, todo lo justo,
todo lo puro, todo lo amable, todo lo digno de admiración, en fin, todo lo que
sea excelente o merezca elogio”
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