Jesús ha sido el más grande Agente de Cambio que ha tenido la historia
de la humanidad, la persona que más ha influenciado y beneficiado a las
diferentes generaciones a través de los siglos.
Él es el máximo ejemplo de vida, la personalidad más extraordinaria y
fascinante, la vida más productiva que haya existido jamás. Jesús es el único
que puede transformar la vida humana sanando todo conflicto, curando toda
herida, llenando todo faltante, llevándonos de ser “factores problema” a ser
“agentes respuesta” para el individuo, la familia y la sociedad. Él es el único
que puede tomar una vida llena de limitaciones y carencias y convertirla en
sal, luz y levadura para el mundo.
Para llevar a cabo ese extraordinario objetivo, Jesucristo nos invita a
que le recibamos como Señor y Salvador, Soberano Rey de nuestra vida. Sólo
entonces puede comenzar a transformarnos, a restaurarnos, a quitar la
insensibilidad y el egoísmo que nos caracterizaban.
Nos unge con su Santo Espíritu quien nos da el poder para amar,
motivándonos a tomar acción, abrir nuestros labios y dar testimonio de Él.
Entonces comienza a fluir su vida a través de nosotros, su amor por los
perdidos, su ternura por los desvalidos. El Señor Jesús no quiere que le
admiremos, sino que seamos como Él, que le permitamos actuar en y a través de
nuestra vida y que sus enseñanzas, su obra y su causa sean ahora la razón de
nuestro vivir.
Él quiere manifestarse por su Espíritu al mundo que está en crisis y se
extingue sin su amor salvador. Esta es la vida con que Él quiere que le
glorifiquemos.
Una auténtica vivencia con Jesús, tiene que ver por tanto, con tomar en
serio este desafío de volvernos sus socios en la más grande empresa: La Gran
Comisión. Sólo entonces podremos desarrollar la excelente calidad de vida que
Él quiere darnos y disfrutar la hermosa promesa de contar con su presencia, la
cual más que consuelo y compañía, nos asegura una maravillosa experiencia de
aventura y de poder.
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