“Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del
Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de
Cristo” (Efesios 4:13)
El tratamiento de Dios para el hombre nos ofrece las más grandes
garantías. Una de ellas es que Jesucristo, el Teoterapista por excelencia,
quien es el mismo ayer, hoy y por los siglos, puede tomar las memorias de
nuestro pasado y aliviarnos de las heridas que todavía permanecen y afectan
nuestro presente.
Él puede llevar nuestro sufrimiento, tomar nuestras penas y cargar no
sólo con nuestro pecado, sino también con el dolor que otros nos han causado.
La esencia de toda sanidad es el amor. Es la principal motivación de
Dios para sanarnos y liberarnos de todo aquello que nos impide experimentar una
vida abundante, y es la necesidad primordial del hombre: El saber que es amado,
no por lo que pueda realizar o hacer, sino simplemente por lo que es. Dios nos
ofrece su amor incondicional a través de Jesucristo y quiere llenar con su amor
todos estos espacios que han estado vacíos por tanto tiempo.
El secreto de la vida cristiana no está en la cantidad de conocimiento
que obtengamos, ni en la disposición a hacer sacrificios por causa de Cristo,
sino en permitir que Él viva su vida en, y a través de nosotros.
Todo lo que anhelamos y necesitamos, será una realidad, y, aunque a
veces sintamos que no hay cambios y que todo permanece igual, debemos confiar
en las ciertísimas promesas de Dios, quien trabaja sin descanso, moviendo con
los hilos de su amor todas las piezas que conforman nuestra vida, hasta que las
hace encajar perfectamente, sólo para regocijarse viendo que la imagen que se
ha conformado es la de su Hijo Amado, Jesús.
HABLEMOS CON DIOS
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